sábado, 19 de enero de 2013

ANEXO 7: MAGIA NEGRA

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MAGIA NEGRA

La intervención técnica en el acomodo físico y bioquímico del paciente o de su medio no es, ni ha sido nunca, la única función de las instituciones médicas.222 Remover agentes patógenos y aplicar remedios, eficaces o no, de ninguna manera son las únicas formas de mediar entre el hombre y su dolencia. Incluso en aquellas circunstancias en que el médico posee el equipo necesario para interpretar el papel técnico al que aspira, inevitablemente cumple también funciones religiosas, mágicas, éticas y políticas. En cada una de estas funciones el médico contemporáneo es más patógeno que curativo o que simplemente anodino.
La magia o la curación mediante ceremonias es ciertamente una de las funciones tradicionales importantes de la medicina.223 En la magia, el curandero manipula la escena y el foro. En forma un tanto impersonal establece una relación ad hoc entre su propia persona y un grupo de individuos. La magia surte efecto siempre y cuando las intenciones del paciente y del mago coincidan,224 si bien la medicina científica tardó un tiempo considerable en reconocer a sus propios practicantes como magos eventuales. Para distinguir el ejercicio profesional de magia blanca de la función del médico como ingeniero, y para evitarle el cargo de ser un charlatán, se creó el término "placebo". Cada vez que una píldora de azúcar funciona porque un médico la administra, esa píldora actúa como placebo. Un placebo (en latín, "yo complaceré") place no sólo al paciente sino también al médico que lo administra.225

En las culturas elevadas, la medicina religiosa es algo muy distinto de la magia.226 Las principales religiones refuerzan la resignación al infortunio y ofrecen una lógica, un estilo y un marco comunitario donde el sufrimiento puede convertirse en un desempeño digno. Las oportunidades ofrecidas por la aceptación del sufrimiento pueden explicarse de manera diversa en cada una de las grandes tradiciones: como karma acumulado en encarnaciones pasadas; como una invitación al Islam, el que se rinde a Dios; o como una oportunidad de estrechar relaciones con el Salvador en la Cruz. La gran religión estimula la responsabilidad personal de sanar, envía ministros a impartir un consuelo, pomposo a veces y a veces efectivo, proporciona santos como modelo, y suele establecer un contacto para la práctica de la medicina popular. En nuestro tipo de sociedad secular, las organizaciones religiosas conservan sólo una pequeña parte de sus antiguas funciones rituales curativas. Un católico devoto puede derivar fuerza íntima de la oración personal, algunos grupos marginales de gente recién llegada a Sao Paulo pueden rutinariamente curar sus úlceras a través de cultos de danza afrolatinas, y los indios del valle del Ganges buscan aún la salud cantando los Vedas. Pero tales cosas poseen sólo un remoto paralelo en las sociedades que superan cierto PNB per capita. En estas sociedades industrializadas las instituciones seculares rigen las principales ceremonias creadoras de mito.227
Los distintos cultos de la educación, el transporte y la comunicación masiva promueven, bajo nombres diferentes, el mismo mito social que Voeglin228 describe como gnosis contemporánea. Una visión gnóstica del mundo y el culto correspondiente poseen seis características comunes: 1) la practican miembros de un movimiento que están insatisfechos con el mundo tal cual es porque lo consideran intrínsecamente mal organizado. Los adherentes están 2) convencidos de que la salvación de este mundo es posible 3) al menos para los elegidos, y que 4) tal salvación puede producirse en la generación presente. Los gnósticos creen asimismo que la salvación depende 5) de acciones técnicas reservadas 6) para los iniciados que monopolizan la fórmula especial de la salvación. Todas estas creencias religiosas subyacen la organización social de la medicina tecnológica, que a su vez ritualiza y celebra el ideal de progreso del siglo XIX. Otra de las más importantes funciones no técnicas de la medicina es más ética que mágica, más secular que religiosa. No depende de una conspiración en la que el hechicero participa con su adepto, ni de los mitos que el sacerdote configura, sino de la forma que la cultura médica da a las relaciones interpersonales. La medicina puede organizarse de modo que motive a la comunidad a tratar al frágil, al decrépito, al tierno, al lisiado, al deprimido y al maniaco en una manera más o menos personal. Fomentando cierto tipo de carácter social, una medicina de la colectividad podría disminuir eficazmente el sufrimiento de los enfermos al asignar a todos los miembros de la comunidad un papel activo en la tolerancia compasiva y en la ayuda generosa a los débiles.229 La medicina podría regular las relaciones de amistad de la colectividad.230 Las culturas donde la compasión para los desafortunados, la hospitalización para los inválidos, la tolerancia con los perturbados y el respeto hacia los ancianos se han desarrollado poseen en gran medida la posibilidad de integrar a la mayoría de sus miembros a la vida diaria.
Los curanderos pueden ser sacerdotes de los dioses, dadores de las leyes, magos, mediums, barberos-farmacéuticos o consejeros científicos. 231
Ningún nombre común que se aproximara siquiera a la gama semántica abarcada por nuestra palabra "médico" existía en Europa antes del siglo XIV.232 En Grecia el componedor, usado sobre todo para los esclavos, ganó respeto en fecha temprana, aunque no se hallara en el mismo plano que el filósofo curandero ni incluso que el gimnasta para los libres.233 En la Roma republicana, los especialistas en curar eran un grupo de mala reputación. Las leyes sobre la dotación de agua, el drenaje, la eliminación de basura y el entrenamiento militar, combinadas con el culto estatal de los dioses curativos, se consideraban suficientes; ni el brebaje de la abuela ni el soldado sanitario del ejército eran dignificados por ninguna atención especial. Hasta que Julio César otorgó la ciudadanía al primer grupo de asolepíades en 46 A.C., este privilegio fue rehusado a los médicos y sacerdotes curanderos griegos.234 Los árabes honraban al médico;235 los judíos dejaban a la habilidad del ghetto la asistencia a la salud o bien, movidos por remordimientos, llamaban al médico árabe.236 Las diversas funciones de la medicina se combinaban en formas diferentes dentro de papeles diferentes. La primera ocupación en monopolizar la asistencia a la salud es la del médico del siglo XX tardío.
Paradójicamente, cuanto más atención se concentra en el dominio técnico de la enfermedad mayor se hace la función simbólica no técnica ejecutada por la tecnología médica. Mientras menos pruebas hay de que una cantidad mayor de dinero aumenta la tasa de supervivencia en una rama dada del tratamiento del cáncer, más dinero se destina a las divisiones médicas desplegadas en ese teatro específico de operaciones. Sólo metas no relacionadas con el tratamiento, tales como empleos para los especialistas, igualdad de acceso para los pobres, consolación simbólica de los pacientes o experimentación con humanos, pueden explicar la expansión de la cirugía del cáncer pulmonar durante los últimos 25 años. No sólo batas blancas, máscaras, antisépticos y sirenas de ambulancia, sino ramas enteras de la medicina, continúan financiándose porque se les ha investido de un poder no técnico, por lo general simbólico.
Lo quiera o no, el médico moderno se ve de este modo forzado a asumir funciones simbólicas no técnicas. Las funciones no técnicas prevalecen en la extirpación de adenoides: más del 90% dé todas las tonsilectomías hechas en los Estados Unidos son técnicamente innecesarias, pero aún así 20 a 30% de todos los niños son todavía sometidos a la operación. Uno en cada mil muere directamente a causa de ella y 16 de cada mil sufren complicaciones graves. Todos pierden valiosos mecanismos de inmunidad. Todos se ven sujetos a la agresión emotiva: se les encarcela en el hospital, se les separa de sus padres y se les inicia en la injustificada y a menudo pomposa crueldad de la institución médica.237 El niño aprende a verse expuesto ante técnicos que, en su presencia, utilizan un lenguaje extraño en el cual formulan juicios acerca de su cuerpo; le infunden la idea de que unos extraños pueden invadir su cuerpo por razones que sólo ellos conocen; y le hacen sentir orgullo de vivir en un país donde el seguro social paga esas iniciaciones médicas a la realidad de la vida.238
La participación física en un ritual no es condición necesaria para ser iniciado en el mito que el propósito espiritual está organizado para generar. Los deportes médicos espectaculares arrojan conjuros poderosos. Por casualidad me hallaba en Río de Janeiro y en Lima cuando el doctor Christian Barnard pasaba por esas ciudades. En ambas pudo llenar, dos veces en un día, el principal estadio de fútbol con multitudes que aclamaban histericamente su macabra pericia para intercambiar corazones humanos. Los tratamientos médicos milagrosos de ésta índole impresionan a todo el mundo. Su efecto alienante llega a personas que no tienen acceso a una clínica de barrio, y mucho menos a un hospital Les proporciona una garantía abstracta de que es posible la salvación a través de la ciencia. La experiencia en el estadio de Río me preparó para la evidencia que poco después me mostraron y que probaba que la policía brasileña ha sido hasta ahora la primera en usar equipos para prolongar la vida en la tortura de prisioneros. Tal abuso; extremo de las técnicas médicas parece grotescamente coherente con la ideología dominante de la medicina.
La intencionada influencia no técnica que la tecnología médica ejerce sobre la salud de la sociedad puede, claro está, ser positiva.239 Una inyección innecesaria de penicilina puede restaurar mágicamente la salud y él apetito.240 Una operación contraindicada puede resolver un problema marital y reducir los síntomas de enfermedad en ambos miembros de la pareja.241 No sólo las píldoras de azúcar del médico, sino incluso sus venenos, pueden ser potentes placebos. Pero no es éste él resultado prevaleciente de los efectos secundarios no técnicos de la tecnología médica. Es posible argumentar que precisamente en esas áreas estrechas donde la medicina de alto costo ha adquirido mayor eficacia específica, sus efectos secundarios simbólicos han llegado a ser una tremenda negación de la salud:242 la tradicional magia blanca que apoyaba los propios esfuerzos del paciente se ha vuelto negra.243
En gran medida, la yatrogénesis social puede explicarse como un placebo negativo, como un efecto de nocebo.244 En forma avasalladora, los efectos secundarios no técnicos de la intervención biomédica ocasionan un fuerte daño a la salud. La intensidad de la influencia mágica negra de un procedimiento médico no depende de su eficacia técnica. El efecto del nocebo, como el del placebo, es en buena parte independiente de lo que él médico haga.
Los procedimientos médicos se vuelven magia negra cuando, en vez de movilizar los poderes de autocuración, transforman al hombre enfermo en un yerto y mistificado voyeur de su propio tratamiento. Los procedimientos médicos se hacen religión malsana cuando se les realiza como rituales que enfocan toda la expectativa del enfermo en la ciencia y sus funcionarios, en vez de darle valor para buscar una interpretación poética a su dificultad o para encontrar un ejemplo admirable en alguna persona -vecina o muerta hace tiempo que aprendió a sufrir. Los procedimientos médicos multiplican la dolencia por degradación maral cuando aislan al enfermo en un ambiente profesional en vez de proporcionar a la colectividad los motivos y las disciplinas que acrecientan la tolerancia social hacia los afligidos. Los estragos mágicos, los daños religiosos y la degradación moral generados bajo el pretexto de un empeño biomédico son mecanismos cruciales que contribuyen a la yatrogénésis social. A todos los amalgama la medicalización de la muerte.
Cuando los médicos instalaron tienda por primera vez fuera de los templos en Grecia, la India y China, dejaron de ser curanderos. Cuando reclamaron un poder racional sobre la enfermedad, la sociedad perdió el sentido de este personaje complejo y de su poder de curación integrada que él hechicero-chamán o curandero había proporcionado.245 Las grandes tradiciones de curación médica habían dejado la cura milagrosa a los sacerdotes y reyes. La casta que gozaba del favor de los dioses podía invocar su intervención. A la mano que blandía la espada se atribuyó él poder de someter no sólo al enemigo sino también al espíritu. Hasta él siglo XVIII él rey de Inglaterra imponía sus manos cada año sobre los afligidos de tuberculosis facial a quienes los médicos se sabían incapaces de curar. 246 Los epilépticos, cuyos males resistían incluso el contacto de su Majestad, se refugiaban en el poder curativo que emanaba de las manos del verdugo.247
Con él surgimiento de la civilización médica y los gremios curativos, los médicos se distinguieron de los charlatanes y los sacerdotes por conocer los límites de su arte. Hoy día la institución médica está reclamando de nuevo el derecho de practicar curas milagrosas. La medicina mantiene su autoridad sobre él paciente incluso cuando la etiología es incierta, él pronóstico desfavorable y él tratamiento de naturaleza experimental. El intento de realizar un "milagro médico" es la mejor defensa contra el fracaso, puesto que los milagros pueden esperarse pero, por definición, no pueden garantizarse. El monopolio radical sobre la asistencia a la salud que el médico contemporáneo reclama lo fuerza ahora a reasumir funciones gobernantes sacerdotales y que sus ancestros abandonaron al especializarse como técnicos.
La medicalización del milagro proporciona una ulterior perspectiva de la función social de la asistencia terminal. El paciente es atado y controlado como un astronauta y luego se le exhibe por televisión. Estas heroicas hazañas sirven como danzas propiciatorias para millones y como liturgias en las cuales las esperanzas reales de una vida autónoma se transmutan en la falsa idea de que los médicos nos proporcionarán salud del espacio exterior.